El tiempo es una herramienta fundamental para comprender la historia, ya que nos permite establecer un marco teórico que contextualiza los eventos, las culturas y sus manifestaciones. A través del tiempo, podemos ubicar momentos específicos en los que surgieron ideas, tecnologías y expresiones artísticas que definieron la humanidad. Este instrumento de medición no solo nos ayuda a ordenar cronológicamente los hechos, sino también a entender el espacio que los rodea y cómo influyen en el desarrollo cultural.
Cuando observamos la línea de tiempo del universo, la existencia humana representa apenas una fracción diminuta de lo que fue la existencia de siglos previos llenos de vida. Sin embargo, en ese breve lapso de tiempo, la existencia humana ha logrado avances significativos: desde el dominio del fuego (hace un millón de años), la creación de arte y música( entre 25,000 y 45,000 años atrás), hasta el surgimiento de civilizaciones agrícolas (hace 12,000 años). Estos hitos históricos marcaron el inicio del control territorial y la organización social humana, que más adelante se reflejarán en la construcción de monumentos y arquitectura de hace unos 2,000 años atrás, y en el florecimiento intelectual del Renacimiento hace apenas 500 años.
La historia, no es una narración neutral; suele ser contada por quienes toman el poder de una ciudad. Esto implica que ciertos eventos o personajes son resaltados mientras que otros son silenciados por los mismos que andan en el poder. Por ejemplo, la historia de los indígenas nativos americanos de Estados Unidos, ha sido silenciada y mal contada por siglos. No es hasta el presente que se está comenzando a divulgar y entender cómo vivían en aquel entonces y su estilo de vida actual. Igualmente, se les ha privado de sus derechos como seres humanos a lo largo del tiempo y se han destruido sus hábitats por el gobierno estadounidense y reservas que son cada vez más inhumanas.
En el caso de la arquitectura, la historia nos ayuda a entender el contexto amplio en el que se desarrollan las edificaciones, pero también plantea preguntas sobre qué se considera digno de estudiar. ¿Quién decide qué edificios son importantes? ¿Qué criterios usamos para otorgarles valor histórico o cultural? Estas preguntas nos invitan a reflexionar sobre el canon arquitectónico y su construcción. ¿Valoramos más lo monumental que lo cotidiano? ¿Lo europeo/norteamericano sobre lo indígena? La historia de la arquitectura no solo debe registrar estructuras físicas, sino también los significados que les atribuimos. Reconocer la diversidad de contextos y voces es esencial para construir una narrativa más justa y representativa del pasado humano. Así, el tiempo no solo mide, sino que también revela las decisiones culturales que moldean nuestra memoria colectiva.
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